Salud mental y CEM: ¿Podría la contaminación electromagnética tener influencia en las tasas de suicidio?

Cada año, cada vez más personas toman conciencia sobre la seriedad de la salud mental y la prevención del suicidio. Durante años, los expertos han estudiado los factores emocionales y biológicos detrás del suicidio y la depresión, pero ¿hemos considerado que las condiciones de nuestro entorno también podrían influir?
El suicidio es un problema extremadamente complejo y sensible. A nivel mundial, cerca de 800,000 personas mueren por suicidio cada año. Eso equivale a una persona cada 40 segundos. Debido al estigma asociado al suicidio, es probable que esta cifra sea incluso inferior a la realidad, ya que algunos suicidios se clasifican como lesiones accidentales.
Según los CDC, las tasas de suicidio aumentaron un 33 % entre 1999 y 2019, con una pequeña disminución en 2019. En Estados Unidos, el suicidio es la décima causa principal de muerte, siendo responsable de más de 47,500 muertes en 2019, es decir, aproximadamente una muerte cada 11 minutos. La cantidad de personas que piensan seriamente en suicidarse o lo intentan es aún mayor. En 2019, 12 millones de adultos estadounidenses pensaron seriamente en suicidarse, 3.5 millones planearon un intento de suicidio y 1.4 millones lo intentaron.
Sin lugar a dudas, el suicidio y los intentos suicidas tienen serios impactos emocionales, físicos y económicos que se extienden a familias, amigos, comunidades, empresas e incluso a países enteros. La buena noticia es que es prevenible, y muchos expertos se han comprometido a educar a la población sobre qué hacer, qué evitar y cómo ayudar a otros.
Sin embargo, a pesar de todo lo que sabemos hasta ahora, el suicidio sigue siendo un problema importante que requiere estudios continuos, mayor comprensión e investigaciones adicionales para poder controlarlo. ¿Y si existen otros factores detrás del suicidio que no entendemos completamente? ¿Estamos considerando las condiciones ambientales y las toxinas como posibles contribuyentes al deterioro de la salud mental? Hablemos de estas inquietudes.
Las causas conocidas detrás del suicidio
La mayoría de las personas toman la decisión de intentar suicidarse de manera impulsiva y poco planificada. Si bien existen muchos factores que pueden influir en la decisión de acabar con la propia vida, el más común es la depresión severa. La depresión puede hacer que las personas sientan un gran dolor emocional y pérdida de esperanza, llevándolas a no ver otra salida para aliviar el sufrimiento más que terminar con su vida.
Según la American Foundation for Suicide Prevention, la depresión está presente en aproximadamente la mitad de todos los casos de suicidio.
Otras enfermedades mentales que pueden aumentar el riesgo de suicidio incluyen:
- Trastorno bipolar
- Trastorno límite de la personalidad (TLP)
- Trastornos alimenticios
- Esquizofrenia
Además, una persona que ha sufrido experiencias traumáticas, como abuso sexual infantil, violación, abuso físico o traumas de guerra, tiene un mayor riesgo de suicidio, incluso muchos años después del trauma. En una encuesta realizada a casi 6,000 adultos en Estados Unidos, casi el 22 % de las personas que habían sido violadas intentaron suicidarse en algún momento, mientras que el 23 % de las que experimentaron agresiones físicas lo intentaron.
Si una persona padece dolor crónico o una enfermedad sin esperanza de cura o alivio del sufrimiento, el suicidio puede parecerle una forma de recuperar la dignidad y el control de su vida. En algunos estados, el suicidio asistido es legal precisamente por esa razón. Según un estudio publicado en el American Journal of Preventative Medicine, las siguientes condiciones de salud se asociaron con un mayor riesgo de suicidio:
- Asma
- Dolor de espalda
- Lesiones cerebrales
- Cáncer
- Insuficiencia cardíaca congestiva
- Diabetes
- Epilepsia
- VIH/SIDA
- Enfermedades cardíacas
- Hipertensión
- Migraña
El dolor crónico también puede provocar ansiedad y depresión, lo que aumenta aún más el riesgo de suicidio. Según investigaciones, las personas con dolor crónico tienen cuatro veces más probabilidades de sufrir depresión o ansiedad que aquellas sin dolor.
¿Podrían los EMF estar relacionados con las tasas de suicidio? Esto es lo que dicen las evidencias
Durante décadas, expertos de distintas áreas han realizado diversas pruebas y estudios sobre las posibles influencias de la exposición a campos electromagnéticos (EMF) en la salud mental y las tasas de suicidio. Muchos de estos estudios han encontrado evidencias sólidas, mientras que otros han mostrado asociaciones pequeñas pero preocupantes, señalando que se necesita más investigación para comprender mejor el tema y formular recomendaciones adecuadas.
Por ejemplo, un estudio transversal de 2019 titulado The effect of chronic exposure to extremely low-frequency electromagnetic fields on sleep quality, stress, depression and anxiety sugirió que la exposición ocupacional a largo plazo a EMF de baja frecuencia (ELF-EMF) podría conducir a depresión, estrés, ansiedad y mala calidad del sueño. En este estudio se incluyeron 132 trabajadores de una planta eléctrica como grupo expuesto y 143 trabajadores como grupo no expuesto. "Los trabajadores del grupo expuesto experimentaron una calidad del sueño significativamente peor que el grupo no expuesto. La depresión también fue más severa en el grupo expuesto. La mayor exposición a ELF-EMF tuvo una relación directa y significativa con el incremento del estrés, la depresión y la ansiedad. La calidad del sueño en los técnicos con la mayor exposición fue significativamente inferior a la de los otros grupos".
En 1994, un estudio inglés titulado Environmental Power-frequency Magnetic Fields and Suicide encontró una correlación significativa entre las ubicaciones de suicidios y la intensidad de los campos magnéticos de frecuencia de potencia medidos. "Se observaron significativamente más suicidios en ubicaciones con alta intensidad de campo magnético".
Asimismo, un estudio canadiense realizado en 1996 (A case cohort study of suicide in relation to exposure to electric and magnetic fields among electrical utility workers) examinó si existía una asociación entre la exposición a campos eléctricos y magnéticos y el suicidio en una población de 21,744 trabajadores de servicios eléctricos de la provincia de Quebec. Se encontró cierta evidencia de una asociación entre el suicidio y la exposición acumulada al valor medio geométrico de los campos eléctricos.
Un estudio polaco realizado en 1997 en una población seleccionada de varios barrios suburbanos de Cracovia, que residían a no más de 50 m de una línea de transmisión de alta tensión de 400 kV, encontró que la población residente en el vecindario más cercano a la línea manifestaba altos niveles de psicopatología, significativamente diferentes a los del grupo de control.
Otro estudio realizado en el año 2000 en Carolina del Norte, entre trabajadores de servicios eléctricos, reveló que la mortalidad por suicidio era mayor en aquellos que trabajaban en puestos expuestos y con índices de exposición a campos magnéticos. Se encontraron razones de probabilidades (OR) aumentadas para los años de empleo como electricista o instalador de líneas, mientras que para los operadores de plantas eléctricas se observó una OR disminuida. Se identificó una relación dosis-respuesta con la exposición a campos magnéticos en el año previo, con una OR de mortalidad de 1.70 en la categoría de mayor exposición. Se hallaron asociaciones más fuertes, con OR en el rango de 2.12-3.62, para hombres menores de 50 años. "Estos datos aportan evidencia de una asociación entre los campos electromagnéticos ocupacionales y el suicidio que merece una evaluación adicional. Un mecanismo plausible relacionado con la melatonina y la depresión ofrece una dirección para investigaciones adicionales tanto en laboratorio como epidemiológicas".
Los estudios revelan un posible vínculo, ¿pero qué podemos hacer?
La exposición a la contaminación electromagnética se ha relacionado con múltiples problemas físicos y ambientales en diversos estudios realizados a lo largo de los años, pero desafortunadamente, esta evidencia ha sido descartada, olvidada o no completamente entendida. Sus vínculos con la depresión, el suicidio y otras psicopatologías no han sido la excepción.
Por supuesto, no estamos culpando únicamente a la contaminación EMF por el aumento en las tasas de suicidio ni por todos los peligros que enfrentamos en la actualidad. No pretendemos borrar las múltiples raíces de nuestros problemas. Lo que buscamos es revelar más causas posibles, reabrir caminos de investigación que se exploraron hace años, pero que aún requieren continuidad para encontrar explicaciones y soluciones adicionales.
En el caso específico del suicidio, un problema que afecta tan de cerca a muchas personas, queremos fomentar activamente que los profesionales de la salud mental, científicos y organizaciones internacionales profundicen en este asunto, ya que podría ser un factor adicional para quienes están luchando, uno que no se puede ver o percibir físicamente, pero que definitivamente existe y, lo más importante, puede eliminarse.
Nosotros, como expertos en EMF, ponemos nuestra experiencia al servicio de cualquier profesional u organización de salud mental que desee profundizar en esta relación y encontrar soluciones para proteger cada vida valiosa. Una persona con sensibilidad a los EMF sufre en silencio, padeciendo trastornos severos del sueño, tinnitus intenso o migrañas diarias sin causa conocida. Lo sabemos porque tratamos estos problemas día a día y comprendemos que los EMF son una toxina ambiental infravalorada, no considerada entre los múltiples factores ambientales que podrían contribuir a una mayor tasa de suicidio en áreas urbanas altamente contaminadas en términos de RF (radiación de radiofrecuencia y microondas). Sin embargo, existe una forma de evaluar a una persona y obtener una primera impresión de si podría estar desarrollando una condición de sensibilidad a los EMF, también llamada electrohipersensibilidad.
Sentimos la necesidad de repetirlo una vez más: la contaminación electromagnética no es algo que no podamos controlar. Si empezamos ahora a investigar más, a educar, a planificar, a regular y a utilizar soluciones de filtrado como SPIRO®, podemos construir un entorno más limpio y seguro para todos, permitiendo que las personas utilicen y disfruten de la tecnología de manera normal.